Editorial Anagrama; 104 páginas.

Tochtli es un niño que vive una vida normal. Por lo menos normal para él. Le gusta usar sombreros, buscar palabras en el diccionario y los samuráis. Vive junto con su papá Yolcaut en el medio de la nada “para la protección”, con su profesor particular Mazatzin, con dos guardias, un jardinero, una cocinera y un cuarto repleto de todo tipo de armas. Rápidamente nos damos cuenta de que la vida de Tochtli no es normal y que él, quizás inconscientemente, también lo sabe.

Tochtli nos cuenta sobre su vida como un niño que intenta sonar como adulto. Al fin y al cabo sólo convive con adultos, escuchando sus conversaciones y sus discusiones, además de las frases enigmáticas de Yolcaut, como la que dice al ver en las noticias que habían mandado a unos hombres que vivían en la cárcel de México a la cárcel de Estados Unidos: “Ya nos cargó la chingada.”

Entre visitas del gobernador, viajes espontáneos con pasaportes falsos y mascotas de zoológico, Tochtli nos adentra en su mundo y nos recuerda lo difícil que es interpretar en ocasiones nuestra realidad. Lo fácil que nos acostumbramos a cosas que no deberían ser normales, y cómo a veces sólo nos queda el humor negro para no caer en la desesperanza:

“Eso era chistoso, pero también era un poco verdad. Por eso me gustó mucho ese chiste: porque tampoco era un chiste.”

Fiesta en la madriguera es un libro corto, pero con mucho impacto. Un libro triste pero chistoso. Un libro con las contradicciones de nuestro país: “A veces México es un país nefasto, pero también a veces es un país magnífico.”

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