Autores rusos, Clásicos

Crimen y Castigo – Fiódor M. Dostoievski

Editorial Debolsillo; 686 páginas. Traducción de Rafael Cansinos Assens.

Angustia, tensión, miseria y culpa. Son algunas de las palabras que me venían a la mente mientras leía esta novela. Crimen y Castigo es uno de esos “libros que hay que leer”. Un clásico de la literatura rusa escrito por una de sus máximas figuras, Fiódor Mijáilovich Dostoievski, inicialmente serializado en la revista literaria El Mensajero Ruso en 1866 y publicado después como una novela.

El protagonista de esta historia es Raskólnikov, un estudiante de derecho joven y bien parecido que ha tenido que dejar la universidad por falta de dinero, y más aún, que vive agobiado por la pobreza. Dostoievski monta la escena de una manera magistral: es un verano caluroso en San Petersburgo, el cual Raskólnikov ha pasado en su mayor parte encerrado en su diminuto y maltrecho departamento. Entre el ambiente asfixiante, la presión de apoyar económicamente a su madre y a su hermana, y sus propias ideas de megalomanía, Raskólnikov llega a la fatídica conclusión de que la única forma de conseguir el dinero que necesita es cometiendo un crimen. Sin embargo, la culpa y la paranoia que sufrirá a continuación serán más fuertes de lo que había anticipado.

Además de Raskólnikov, conoceremos a una gama de personajes con sus propias tragedias. Está su hermana Dunia que se siente presionada a casarse con Luchin, un hombre superficial y ridículo, para sacar de la pobreza tanto a ella como a su madre y que es pretendida además por su antiguo patrón, Svidrigáilov, un hombre perverso y lleno de contradicciones. Marmeládov, un exfuncionario público que pasa sus días alcoholizado en una taberna desde que perdió su trabajo, demasiado avergonzado como para enfrentar a su esposa Katerina Ivanovna, y su hija Sonia que se ha convertido en prostituta para ganar algo de dinero y ayudar a su familia. Aunque también está Razúmijin, el único amigo y voz de la razón en la vida de Raskólnikov, y Porfirii Petróvich, el astuto policía que tendrá con Raskólnikov algunas de las conversaciones más memorables de esta obra.

Aunque para tragedias el propio Dostoievski no se quedaba atrás. Su madre murió de tuberculosis cuando él tenía 16 años y dos años después estando él en una escuela militar recibió noticias de que su padre había sido asesinado a manos de sus sirvientes. Dejó su carrera como ingeniero militar para dedicarse a escribir, pero a los 27 años fue arrestado y condenado a muerte por formar parte de un círculo literario socialista. Sólo momentos antes de su ejecución – estando ya en el campo de fusilamiento – llegó un indulto por parte del zar que conmutó su sentencia de muerte por cinco años en un campo de trabajos forzados en Siberia. Su salud se deterioró gravemente debido a las condiciones insalubres en las que vivió en este lugar y la epilepsia que había padecido desde su juventud y se convertiría en la causa de su muerte también empeoró. Además, desarrolló una adicción al juego y llegó a estar tan endeudado que tuvo que vender los derechos de sus obras.

Cuando se trata de clásicos, me parece especialmente interesante conocer un poco sobre el contexto histórico del lugar y época en el que fueron publicados ya que enriquece la experiencia inmensamente. Las corrientes socialistas del francés Charles Fourier y el alemán Karl Marx eran bastante recientes – el Manifiesto Comunista había sido publicado apenas en 1848 – y formaban parte de las conversaciones de esa época, las cuales Dostoievski decide representar sobre todo en los diálogos del otro joven estudiante, Razúmijin. En 1861, cinco años antes de la publicación de esta obra, se aprobó una reforma en Rusia que abolió la servidumbre – que era prácticamente un tipo de esclavitud –, lo cual inicialmente incrementó la pobreza, y es precisamente este ambiente de penuria y desolación el que vemos representado en esta novela. Existe también una conversación que Raskólnikov escucha por accidente en la que dos hombres se plantean esta pregunta: si matar a una persona resulta en el beneficio de miles, ¿no se justifica el crimen? Esto resonaría con las ideas del utilitarismo, una corriente filosófica desarrollada por el inglés Jeremy Bentham en el siglo XVIII pero popularizada por – el también inglés – John Stuart Mill en 1863, sólo tres años antes de la publicación de Crimen y Castigo. La ficción es invariablemente producto de su tiempo que se convierte en una suerte de misiva del pasado que revela las preocupaciones de la época.

¿Por qué la gente comete crímenes? ¿Qué se sentiría hacerlo? Estas parecen ser las principales preguntas que Dostoievski quiso explorar con este libro, pero no son las únicas. No es un libro fácil de leer – por lo menos ese fue el caso para mí –, en varias ocasiones tuve que regresar y releer párrafos o incluso capítulos, y definitivamente ayuda llevar un registro de los nombres de los personajes y todos sus apodos. No es de esos libros que son difíciles de soltar, aún si es considerado por algunos como el primer thriller psicológico. Sin embargo, este libro como muchos otros clásicos, no es para devorar sino para degustar. Te aseguro que el tiempo y concentración que le dediques valdrá totalmente el esfuerzo.

Crimen y Castigo es un libro sumamente atmosférico. Es asfixiante como el monólogo interno de Raskólnikov e introspectivo como las meditaciones filosóficas de Razúmijin o Porfirii Petróvich. Un libro que entre otras cosas nos invita a reflexionar sobre la crueldad de la miseria y lo que es capaz de hacer el ser humano por escapar de ella: “En la pobreza conserva usted todavía la nobleza de sus sentimientos innatos; en la miseria, ni hay ni ha habido nadie nunca que los conserve.”

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