Autores franceses, Clásicos

El conde de Montecristo – Alexandre Dumas

Editorial Biblok; 1,101 páginas. Traducción de Eudaldo Viver.

Si hiciéramos un juego de asociación de palabras, al decir ‘conde de Montecristo’ estoy segura de que la mayoría diríamos ‘venganza.’ Esta es la historia de Edmundo Dantés, el joven marino que al regresar a Marsella para casarse con su prometida Mercedes y convertirse en el nuevo capitán de El Faraón, es traicionado por amigos codiciosos y encarcelado injustamente en el Castillo de If. Después de sobrevivir años de encierro logrará escapar con ayuda del abate Faria, y con su tesoro planeará meticulosamente hasta el día que llegue a París a cobrar venganza. Y la venganza será brutal.

Escrito por Alexandre Dumas y su colaborador – conocido aunque nunca mencionado – Auguste Maquet, fue publicado en 1844 en forma de serie en el periódico semanal Journal des Débats y se convirtió en un éxito instantáneo. El público esperaba impacientemente la siguiente entrega y era tema de conversación en todas partes. Me imagino algo así como con Game of Thrones. Después fue publicado como libro, siendo el más popular en Europa por un tiempo. Ha sido traducido a más de 100 idiomas y ha tenido múltiples adaptaciones en cine, televisión y teatro. En fin, es uno de esos libros que conoces aun sin haberlo leído.

Dumas dejó escrito que la idea de esta novela surgió de una anécdota publicada en las memorias de un archivista de la policía de París. En lugar de un marino, era un zapatero, y en lugar de ser acusado de agente bonapartista, el zapatero fue acusado por tres de sus amigos de ser un espía para los ingleses. Heredó una fortuna del clérigo a quien sirvió mientras estuvo bajo arresto domiciliario, regresó a París y mató a sus amigos. No obstante, al conocer la historia del padre de Dumas, es fácil ver otra posible fuente de inspiración. Thomas-Alexandre Dumas nació como esclavo en lo que es ahora Haití, hijo de un hombre francés perteneciente a la nobleza y una mujer esclava de ascendencia africana. Cuando fue llevado a Francia por su padre con el objetivo de educarlo, dejó automáticamente de ser un esclavo – en Francia la esclavitud fue ilegal desde 1315 –, y llegó a ser un brillante general de la armada francesa, el primero de origen africano. Después de un confrontamiento verbal con Napoleón Bonaparte, fue tomado como prisionero de guerra en Nápoles. En lugar de rescatarlo, el futuro emperador decidió abandonar a su general, quien terminó pasando casi dos años en un calabozo del cual salió ciego de un ojo, temporalmente sordo y con parálisis parcial. Quizás el conde también vengó al general.  

Quienes se animan a leer este libro se enfrentan a un reto considerable, ya que cualquier edición cuenta fácilmente con más de mil páginas. Sin embargo, la dedicación es recompensada. Es verdad que a Dumas le pagaban por palabra y quizás esa sea la razón principal de que sus novelas sean tan largas, pero en el caso de ésta no lo lamentas. Entre su trama cuidadosa, personajes llenos de intriga y comentarios mordaces – “Como todos los que han salido de la nada, para conservarse a la altura de la clase, tenía que observar un exceso de altivez” –, es garantía de pasar un buen rato, durante el tiempo que sea que tardes en leerlo.

Naturalmente, el personaje con quien pasamos más tiempo es el conde. Su transformación de Edmundo Dantés, el joven alegre, bondadoso e ingenuo, al conde de Montecristo, un verdadero villano maquiavélico, encaja muy bien, creo yo, con el arquetipo de un antihéroe. Durante gran parte del libro el conde de Montecristo se comporta y se expresa como un verdadero misántropo, y aun así no puedes esperar a que triunfe con sus planes de venganza. Los personajes del libro lo disculpan como un hombre excéntrico porque es guapo, inteligente, culto y, sobre todo, sumamente rico. Pero nosotros, los lectores, lo hacemos quizás por ese sentido de justicia instintivo que tenemos. Disfrutamos ver pagar a los malos.

Pero ¿es realmente dulce la venganza? Ya lo dijo Tom Hanks en la película ‘Tienes un e-mail’ cuando Meg Ryan expresa envidia por su habilidad de réplica al momento de ser ofendido: “Cuando finalmente tengas el placer de decir justo lo que quieres decir, en el momento en que lo quieres decir, seguirá inevitablemente el remordimiento.” Al final de la historia, después de ver a los traidores terminar en tragedia y al mismo conde poner en duda su derecho de vendetta, tal vez también tú termines con algo de remordimiento.

No obstante, a juzgar por la popularidad indeleble que ha gozado esta novela y las incontables historias que ha inspirado, no se puede negar el poder de este relato sobe nosotros. La venganza quizás no es dulce, pero sí que es atractiva.

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