La lotería y otros cuentos – Shirley Jackson
Penguin Books (edición en inglés); 306 páginas.
Esta colección de cuentos me recordó a la serie de Mad Men, si ésta hubiera sido dirigida por Alfred Hitchcock. Son cuentos de terror que no tienen nada sobrenatural, sino al contrario, el miedo viene de lo cotidiano. Las protagonistas son, casi siempre, mujeres que viven bajo una presión constante por cumplir con las convenciones sociales de la época, incluso en detrimento propio. Mujeres que terminan por destruirse ante la violencia psicológica latente del mundo real.
Todos los cuentos fueron publicados a finales de la década de los 40. Una época en la que los roles de género estaban aún más marcados que ahora y las opciones que tenía una mujer eran limitadas. La misma Shirley Jackson, que llegó a convertirse en el principal proveedor de su familia, tenía que ocuparse además de la casa y de los hijos, mientras su esposo se dedicaba enteramente a escribir y dar clases. Ella sólo tenía tiempo para escribir mientras los niños estaban en la escuela.
Otro elemento importante en estos cuentos es la brutalidad inherente de la sociedad. La necesidad de aparentar, la hipocresía, la cortesía falsa y la hospitalidad exagerada, son todos el producto de normas sociales arbitrarias. La autora logra transmitir la violencia pasivo-agresiva presente en interacciones comunes y corrientes. Es una maestra en el arte de escribir situaciones y conversaciones incómodas, como el sentido de superioridad disfrazado de caridad en “Usted primero, mi querido Alphonse” y “Ven a bailar conmigo en Irlanda”, o la envidia disfrazada de cumplido en “Una tarde entre lino” y “Siete tipos de ambigüedad”. Relatos que son sutiles, pero que logran retorcerte por dentro.
La lotería es indudablemente su cuento más famoso. Un relato con un inicio bastante inofensivo. Se trata de un pequeño pueblo que se prepara para la celebración de una lotería, sin embargo, la ocasión adquiere un tono más siniestro a medida que avanza la historia. El suspenso se mantiene hasta el final y la última escena es inolvidable. Cuando se publicó por primera vez en The New Yorker en 1948, la revista recibió “avalanchas de cartas” de protesta y muchos cancelaron su suscripción. También escribió varias novelas que se han convertido en clásicos modernos de terror como “Siempre hemos vivido en el castillo” y “La maldición de Hill House.”
Shirley Jackson no parece haber tenido una vida muy feliz. Nació en 1916, en una familia adinerada de San Francisco. Tenía una pésima relación con su madre, quien esperaba que fuera una mujer de sociedad como ella, cuando Shirley prefería quedarse en casa leyendo que ir a fiestas. Se casó con un hombre que la engañaba constantemente y que controlaba su dinero. Sufrió de depresión y ansiedad hasta que llegó el punto en que no podía salir de casa. Escribir siempre fue su refugio. En una ocasión dijo, “Creo que todos mis libros colocados de punta a punta serían una larga documentación de la ansiedad.”
Era una observadora nata, pero también alguien que había vivido en carne propia el rechazo. Esta colección excepcional está llena de cuentos que logran incomodarnos e inquietarnos, quizás porque nos suenan familiares aun varias décadas después. Porque muestran nuestra naturaleza más mezquina. Lo despiadados y perversos que podemos llegar a ser, aunque finjamos lo contrario.
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